Observar el pensamiento
¿Alguna vez te has preguntado por qué volvemos una y otra vez a los mismos patrones, incluso cuando sabemos que nos hacen daño?
La respuesta está en nuestro cerebro primitivo, que aún hoy funciona principalmente desde la supervivencia. Aunque parezca que han pasado muchísimos años desde que nuestros ancestros primates comenzaron a andar en dos patas hasta este momento actual de la historia, en el gran esquema de la existencia la historia entera de la humanidad es en realidad un ínfimo suspiro.
Para ponerlo en perspectiva: si comprimiéramos toda la historia del universo en un año, la civilización humana moderna aparecería en los últimos segundos del 31 de diciembre. Nuestros cuerpos físicos aún llevan la programación de todo ese año, mientras que nuestra consciencia ya está lista para dar el siguiente salto evolutivo.
La Lentitud de la Materia
La materia, la fisicalidad, evoluciona con mucha lentitud. Esto significa que nuestro cuerpo no está al mismo ritmo evolutivo que nuestra mente, y mucho menos que el del espíritu. Si el cerebro es el centro de comando de todas las funciones de nuestro cuerpo, significa que, en realidad, todavía se encuentra en un estadío primitivo de evolución, en comparación con la Mente Superior (Consciencia).
Este hecho es fundamental recordar -y entender- cuando decidimos asumir cambios radicales en nuestra vida o asumir procesos de transformación personal. Nuestro cerebro físico es un órgano con una función principal y fundamental: asegurar la supervivencia. Para el cerebro, lo seguro es lo conocido, y todo lo desconocido es peligroso.
Por ejemplo: imagina que decides comenzar una rutina de ejercicio. Tu mente superior comprende perfectamente los beneficios, pero tu cerebro primitivo detecta ‘peligro’: gastar energía innecesariamente, alejarte de tu zona de confort, exponerte a situaciones nuevas. Es entonces cuando aparecen las excusas, el cansancio repentino, o la procrastinación — son mecanismos de supervivencia intentando llevarte de vuelta a lo ‘seguro’.
Esto explica nuestro apego a hábitos o situaciones tóxicas: son lo conocido (seguro) en nuestra vida, lo saludable es desconocido (peligroso), y al experimentar lo nuevo, boicoteamos para volver a lo seguro (lo conocido).
El Camino de la Transformación
Todo proceso de transformación personal debe estar acompañado del aprendizaje constante, alimentando a la mente racional (vinculada al cerebro primitivo, es la mente instintiva y reactiva) con nueva información para que vaya adquiriendo mayor plasticidad y por ende, menos resistencia a los cambios.
Aunque el proceso de transformación es constante durante la vida (lo estático muere en este Universo dinámico en el que existimos), no siempre ese proceso es consciente. Además, lo consciente no es automático, es el resultado de un proceso de maduración mental y emocional.
La consciencia se activa cuando logramos salir del mecanismo de supervivencia, dejamos de ser reactivos e instintivos para comenzar a elegir nuestras acciones y nuestras palabras. Recién en este momento se abre la puerta para la maduración espiritual, recordando que no es un proceso lineal, sino una espiral dinámica ascendente.
Es como subir una montaña en espiral: aunque a veces parezca que pasamos por el mismo lugar, cada vuelta nos da una perspectiva más elevada. Desde arriba, aquello que antes nos parecía un obstáculo insuperable ahora se ve como un escalón necesario en nuestro camino.
El Arte de la Observación
Si te encuentras en un proceso de transformación y evolución personal pero sientes estancamiento, o te ocurren situaciones conflictivas recurrentes, conviene que te detengas un momento y observes tus pensamientos. Este proceso puede dividirse en tres capas de profundidad:
Primera capa (Observación):
- ¿Qué situaciones me provocan reacciones intensas?
- ¿Cuáles son mis primeros pensamientos cuando esto sucede?
- ¿Son expansivos o limitantes?
- ¿Son positivos o pesimistas?
Segunda capa (Análisis):
- ¿Por qué pienso lo que pienso?
- ¿De dónde vienen estas ideas?
- ¿Qué es lo que realmente creo y no me animo a admitir?
- ¿Por qué no lo quiero admitir?
Tercera capa (Transformación):
- ¿Me da vergüenza? ¿Me da culpa? ¿Me da miedo?
- ¿Por qué me hace sentir vergüenza o culpa?
- ¿Qué es lo que realmente temo?
- ¿Qué me está enseñando esta situación?
Comenzando el Camino
La próxima vez que sientas una emoción intensa, date tres minutos. Respira profundo y pregúntate: ¿Qué estoy pensando exactamente? ¿De dónde viene este pensamiento? Solo observa, sin juzgar. Este simple acto de observación consciente es el primer paso para transformar tus patrones mentales.
Lo que realmente importa son las preguntas correctas. Porque son estas preguntas las que nos permiten iluminar los rincones oscuros de nuestra mente, donde se esconden las verdaderas semillas de nuestra transformación.
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